10-09-2023
Domingo Decimoquinto Después de Pentecostés
La resurrección del hijo único de la Viuda de Naim, figura de la conversión de San Agustín.Hermanos amadísimos. Refiere San Lucas en el Evangelio de hoy, que caminando Jesús en dirección a una pequeña ciudad, llamada Naim, en compañía de sus discípulos y de una gran muchedumbre del pueblo, encontró cerca de la puerta de dicha ciudad un cortejo fúnebre. El único hijo de una viuda, seguido de gran número de vecinos de aquel pueblo, y de su misma madre, anegada en lágrimas, era conducido al sepulcro. Viendo Jesús a aquella afligida mujer, la dijo: «No llores». Acercándose al féretro le tocó, y los que le llevaban se pararon. Entonces dijo Jesús: «Joven, a ti te digo, levántate». Y el que estaba muerto se levantó, se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. En vista de este prodigio todos los presentes se llenaron de temor, quedando maravillados y llenos de respeto, y glorificaron a Dios, diciendo: «Ha aparecido entre nosotros un gran Profeta, y Dios ha visitado a su pueblo».Tal es la narración hecha por San Lucas, en la cual los ascéticos ven una figura de la resurrección espiritual de cualquier pecador, y algunos de ellos ven una imagen de la resurrección espiritual de San Agustín. Supuesto esto, no os desagradará, hermanos míos, que para alimentar útilmente vuestras almas yo os presente en este día un paralelo entre el hijo único de la viuda de Naim, resucitado por Jesucristo, y San Agustín, convertido por la gracia del Cielo. En el hijo muerto de la viuda de Naim se nos representa, en primer lugar, a Agustín muerto a la gracia; en la viuda de Naim, que va detrás del cadáver de su hijo muerto, vemos, en segundo lugar, a Santa Mónica, que va detrás de Agustín muerto a la gracia; en Jesucristo, que toca el féretro y manda al difunto que resucite, podemos imaginarnos, en tercer lugar, a Dios, cuando toca el corazón y vence la obstinación de Agustín; en el joven resucitado, que se sienta y habla, vemos a Agustín, que pasa de una vida culpable a una vida de santidad, y habla en lenguaje celestial; en los que se hallaron presentes y se admiraron al ver la resurrección del joven, y bendecían al Señor, hallamos, por último, a los católicos de todos los tiempos, que, admirados de la conversión de Agustín, glorifican a Dios. Prestadme vuestra benévola atención, que voy a empezar a desarrollar el argumento propuesto.