Sermones Católicos

Militantis

Sermones sobre los evangelios de cada domingo y fiestas principales, según el calendario litúrgico tradicional compuestos por el Padre J. B. Centurione, S.J. (1885). Producidas por Militantis (https://www.facebook.com/militantis).

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Dominica Primera de Adviento
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Dominica Primera de Adviento
Del Juicio Final.Amadísimos oyentes míos: Cerca de dos mil años han trascurrido desde que tuvo lugar el hecho más memorable de la historia, la primera venida del Reparador a la tierra. A esta primera venida nos enseña la fe que seguirá la segunda, cuando, rota la larga cadena de los siglos, aparecerá el divino Juez sobre las nubes para juzgar a las generaciones humanas que han vivido desde Adán hasta el fin de los tiempos. ¡Pero cuán diversos son los caracteres de estas dos venidas!En la primera Jesús abrió los ojos entre las estrecheces de una cabaña, en la segunda comparecerá en la inmensidad de los espacios. En la primera se vió Jesús rodeado de pocas personas, en la segunda estará cercado de millones de ángeles, y tendrá delante de sí a todos los hijos de Adán. En la primera se mostró Jesús a los hombres bajo las amables facciones de un parvulito, en la segunda se manifestará monarca majestuoso, que llenará de espanto a sus enemigos con una sola mirada. En la primera compareció Jesús para enseñar y redimir al mundo, en la segunda aparecerá para juzgarle, premiando a los justos con los goces de la gloria y condenando a los malvados a los tormentos del infierno. Amados hermanos míos, el Evangelio de esta Dominica primera del Adviento habla justamente de la segunda venida de Jesucristo de la siguiente manera:«Dijo Jesús a sus discípulos: Habrá prodigios en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra estarán las gentes consternadas por la confusión que causará el ruido del mar y de sus olas. Los hombres estarán horrorizados por el temor de las cosas que sobrevendrán a todo el universo, pues las virtudes de los cielos serán conmovidas. Entonces los hombres verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con grande poder y majestad. Cuando comenzaren a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención. Después les propuso Jesús esta semejanza: Mirad la higuera y todos los árboles, cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está ya cerca el verano. Así también vosotros, cuando viéreis hacerse estas cosas, sabed que está cercano el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que sucedan estas cosas. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».
Domingo Vigésimo Cuarto Después de Pentecostés
1w ago
Domingo Vigésimo Cuarto Después de Pentecostés
Sobre la destrucción de Jerusalén y del Mundo.Hermanos míos. Dos grandes acontecimientos profetiza Jesucristo en el Evangelio de este día: la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo. Escuchad el texto sagrado: «En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el Profeta Daniel en el lugar santo, entonces los que se hallen en la Judea huyan a los montes, y el que se encuentre en el terrado no baje a la casa para tomar cosa alguna, el que se encuentre en el campo no vuelva en busca de su túnica. Pero ¡ay de las mujeres que estén en cinta y criando en aquellos días! Rogad, pues, para que vuestra huida no tenga lugar en invierno o en sábado. Porque será tan terrible la tribulación entonces, que no la hubo semejante desde el principio del mundo hasta hoy, ni la habrá jamás. Y a no abreviarse aquellos días, ninguno se salvaría, pero por amor de los elegidos se acortarán. En ese tiempo si alguno os dice: Mirad, aquí o allá está el Cristo, no le deis crédito. Porque aparecerán falsos Cristos y falsos Profetas, y harán grandes maravillas y prodigios, tantos, que hasta, si fuera posible, inducirían a error aun a los elegidos mismos. Ya veis que os lo he anunciado. Si alguno os dijere: Mirad que el Mesías está allí en el desierto, no vayáis allá, o está allá dentro de la casa, no le creáis. Porque, así como el relámpago sale del Oriente y se hace ver en el Occidente, así será la venida del Hijo del hombre. Donde quiera que se hallare el cuerpo, allí se reunirán las águilas. Pero luego, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará, y las estrellas caerán de las alturas, y se conmoverán las potestades de los cielos. Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre, y a su vista todos los pueblos de la tierra prorrumpirán en llanto, y verán bajar al Hijo del hombre sobre las nubes del Cielo con potestad y majestad grande. Y mandará a sus ángeles, los cuales, con voz sonora, como de trompeta, reunirán a sus escogidos de las cuatro partes del mundo, desde un horizonte al otro. De la higuera podéis formaros una imagen: cuando sus ramas están ya tiernas y brotan sus hojas, conoceréis que el verano se acerca. Pues así también, cuando vosotros veáis todas estas cosas, tened por cierto que el Señor está para llegar. En verdad os digo, no pasará esta generación sin que tenga lugar todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no faltarán.
Domingo Vigésimo Tercero Después de Pentecostés
06-11-2023
Domingo Vigésimo Tercero Después de Pentecostés
Las súplicas de la Hemorroisa y del Príncipe de la Sinagoga atendidas por Jesucristo.Se refiere en el Evangelio de hoy que dirigiéndose Jesucristo a la casa de un cierto hombre llamado Jairo, se acercó al Señor por la espalda y tocó la orla de su vestido una mujer que durante doce años no había cesado de sufrir una molesta enfermedad. Entonces, volviéndose Jesucristo hacia ella, le dijo: «Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado»; y desde aquel punto la mujer quedó sana. Dícese también en este Evangelio, que un hombre llamado Jairo, príncipe de la Sinagoga, se acercó un día a Jesucristo, diciéndole: «Señor, mi hija acaba de morir; pero venid, poned sobre ella vuestra mano, y volverá a vivir». Oídas estas palabras, se levantó Jesús, y en compañía de sus discípulos siguió al príncipe de la Sinagoga. Llegados a la casa de Jairo, vió Jesús a los tocadores de flautas, trompas y una multitud de gente, que hacía grande ruido, y les dijo: «Retiraos, porque la niña no está muerta, sino dormida». Y ellos comenzaron a burlarse de Él. Pero cuando la turba salió a la calle, tomó Jesús por la mano a la muchacha, que inmediatamente recobró la vida. En pocas palabras podemos compendiar este Evangelio. Dos súplicas favorablemente despachadas. Sea éste, pues, el importante argumento de la presente homilía.La primera súplica que hemos de considerar en el Evangelio de hoy es la de la Hemorroisa. Esta infeliz mujer llevaba ya doce años de enferma, y, como dice otro Evangelista, había gastado todos sus bienes en sufragar gastos de médicos y medicinas. Pero era una mujer llena de fe en la omnipotencia de Jesucristo, y por eso se decía a sí misma: «Con tal que yo pueda tocar sus vestidos, tengo bastante para ser curada». Por eso, llena de confianza en el poder infinito de Jesús, y de humildad al mismo tiempo, va por detrás del Señor, y toca la orla de sus vestidos.
Domingo Vigésimo Primero Después de Pentecostés
22-10-2023
Domingo Vigésimo Primero Después de Pentecostés
La parábola del Rey que pidió cuenta a sus siervos, o sea de la magnanimidad de Dios, que perdona las ofensas de los hombres, y de la terquedad mezquina de los hombres, que muchas veces no perdonan las ofensas que les hacen sus semejantes.Hermanos míos. El Evangelio de hoy contiene una parábola de Jesucristo a sus discípulos, que demuestra dos importantísimas verdades: la una de grande gloria para Dios; la otra de gran vergüenza para el hombre. La primera es, que Dios perdona generosamente las ofensas recibidas de los hombres; la segunda es, que éstos suelen rehusar bajamente a sus semejantes el perdón de las ofensas recibidas. Oíd el texto evangélico: «En aquel tiempo expuso Jesús a sus discípulos esta parábola: El reino de los cielos es semejante al de un rey que quiso pedir cuentas a sus siervos; y habiendo comenzado a examinar las partidas, halló una de débito por valor de diez mil talentos; y no teniendo modo de pagar el deudor, mandó el dueño que fuese vendido él, su mujer y sus hijos, y todo cuanto tenía, y que así se saldase la deuda. Pero postrándose el siervo, suplicó al rey, y le dijo: «Ten paciencia conmigo, y yo te pagaré enteramente». Compadecido el dueño de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda. Habiéndose marchado de allí el favorecido, encontró a uno de sus compañeros, que le debía cien denarios, y cogiéndole por el cuello, lo apretaba diciendo: «Dame lo que me debes». Y postrándose su compañero a sus pies, le suplicaba diciendo: «Ten piedad de mí, que yo te lo pagaré todo». Pero él no quiso, y le hizo prender hasta que hubiese pagado por completo. Entonces, habiendo visto esto los otros compañeros, se indignaron contra el acreedor y le contaron al amo todo lo que había sucedido. Este llamó a su criado, y le dijo: «Siervo inicuo, yo te he perdonado toda la deuda porque tú me has suplicado; ¿no debías tú también tener piedad de un compañero tuyo, como yo la tuve de ti?» Y lleno de indignación, le entregó el dueño a los verdugos hasta que pagase toda la deuda».Tal es el texto del Evangelio, con el que confirma Jesús, como dije arriba, dos verdades: la una gloriosa para Dios; la otra vergonzosa para los hombres. Meditemos sobre ellas brevemente. Entre tanto, haga el Señor que saquemos frutos de vida eterna de nuestras consideraciones, y que si hay entre nosotros alguno en cuyo corazón anide rencor grave, tome la resolución generosa de hacer de él en seguida un noble holocausto al Señor.
Domingo Decimonoveno Después de Pentecostés
08-10-2023
Domingo Decimonoveno Después de Pentecostés
La Parábola del Convite Nupcial.Amadísimos oyentes. Dice San Mateo en el Evangelio de hoy, que habiendo Jesucristo comenzado a hablar a los príncipes de los sacerdotes, a los fariseos y al pueblo en parábolas, dijo así: «El Reino de los Cielos (o sea la verdadera Iglesia considerada en su origen, en su ser, en su porvenir) es semejante a un hombre-rey, el cual dió un banquete nupcial a su hijo.Y mandó a sus criados que invitasen de parte suya a varios personajes para que asistiesen al banquete; pero éstos no quisieron asistir. Entonces mandó de nuevo a otros criados diciendo: «Decid a los convidados: la comida está preparada; ya se han matado los bueyes y las aves cebados en casa: todo está ya pronto; venid a las bodas». Pero ellos no hicieron caso, y se fueron unos a su granja, otros a sus negocios; otros; después cogieron a los siervos del rey, los maltrataron y hasta les quitaron la vida. Oído esto, se indignó el rey, y mandando sus tropas, mataron a aquellos homicidas y quemaron su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: «El convite nupcial está dispuesto; pero los que estaban invitados han sido indignos de él. Salid, pues, a los caminos, y a todos los que encontréis llamadlos al convite». Y saliendo los criados por las calles, reunieron a todos cuantos encontraron, buenos y malos, y el banquete se llenó de convidados; pero entrando el rey para ver los convidados, vió a un hombre que no estaba vestido con el vestido nupcial, y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí, no teniendo el vestido nupcial?» A estas palabras él enmudeció. Entonces dijo el rey a sus ministros: «Atadlo de pies y manos, y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí será el llanto y el crujir de dientes; muchos son los llamados y pocos los escogidos».Tal es la parábola narrada en el Evangelio, en la cual se refiere Jesucristo claramente a la reprobación de los hebreos y a la adopción de los gentiles en su lugar. Vamos, pues, hermanos míos, a considerarla con detenimiento, investigando la respuesta que debe darse a las tres preguntas siguientes: ¿Qué significa el convite nupcial dado por el rey a su hijo? ¿Quiénes son los que rehusaron el convite y dejaron de asistir a él, y qué castigo recibieron? ¿Quiénes son los que aceptaron, y cuál será su última suerte? Ved aquí tres preguntas a las que con la ayuda de Dios encontramos respuesta satisfactoria. Escuchadme con atención, hermanos míos, pues esta parábola es de suma importancia.
Domingo Decimoctavo Después de Pentecostés
01-10-2023
Domingo Decimoctavo Después de Pentecostés
Jesucristo perdona los pecados al paralítico y le sana.Mis amados hermanos. Dice San Mateo en el Evangelio hoy, que habiéndose embarcado Jesucristo en una pequeña lancha, pasó el lago de Genesareth y fue a su ciudad, es decir, a Cafarnaúm, llamada por el Evangelista ciudad de Jesucristo porque en ella habitó en distintas ocasiones y obró estupendos prodigios. Pero he aquí que algunas personas le presentaron un paralítico, que estaba tendido en la cama, y viendo su fe, dijo Jesús al paralítico: «Confía, hijo; se te han perdonado tus pecados». Entonces algunos comenzaron a decir: «Este blasfema». Y conociendo el Señor sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestro corazón? ¿Qué cosa es más fácil decir: Se te han perdonado tus pecados; o decir: levántate y anda? Pues bien; para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad sobre la tierra para perdonar los pecados, observad». Y volviéndose Jesús al paralítico, le dijo: «Levántate, toma tu cama y vete a tu casa». Y el paralítico se levantó y se fue a su casa. Viendo esto las turbas, se maravillaron y glorificaron a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.Tal es el Evangelio de este día, en el que, como bien lo veis, hermanos míos, se habla bastante, y casi desde el principio hasta el fin, del perdón de los pecados. Considerándole con atención, podemos deducir de sus circunstancias algunas verdades importantes, relativas a la remisión de los pecados. Jesucristo, que perdona sus culpas al paralítico, nos recuerda la potestad de perdonar pecados, que le pertenece por naturaleza; el paralítico, antes y después de su curación corporal, nos recuerda al pecador reincidente antes y después que se le hayan perdonado las culpas. La turba, en fin, que glorifica a Dios, que dio tanto poder a los hombres, nos recuerda que este poder pertenece por gracia a los ministros sagrados. Ved aquí el objeto de la presente homilía. Oídme con atención, hermanos míos, toda vez que el tema de hoy es notabilísimo y contenido en el décimo artículo del símbolo de los Apóstoles: Creo en la remisión de los pecados.
Domingo Decimosexto Después de Pentecostés
17-09-2023
Domingo Decimosexto Después de Pentecostés
Jesucristo Maestro de caridad para con el Prójimo, de religión y de humildad.Amados hermanos. La historia de la edad antigua nos recuerda a muchos filósofos, que, aun cuando privados de la pura luz de la fe, dejaron a la posterioridad bellas enseñanzas de moral. Pero ¿podremos comparar a todos estos filósofos con el Filósofo por excelencia, con el Maestro de los maestros, con la Sabiduría encarnada? Aquellos filósofos enseñaron doctrinas mezcladas de errores; Jesús, por el contrario, solo doctrinas cuyas palabras todas son verdad ciertísima. Esos filósofos dictaron un cuerpo incompleto de doctrinas; Jesús, por el contrario, dejó un cuerpo de doctrinas perfectísimo, puesto que abrazó todos los deberes que tenemos para con Dios, para con nosotros mismos y para con el prójimo. Él se dirige no solo a los actos ordinarios de virtud, sino hasta los extraordinarios y heroicos. Esos filósofos fueron, en verdad, autores de elevadas doctrinas, pero renegaron de ellas muchas veces con los hechos; Jesús, por el contrario, fue Maestro de doctrinas sublimísimas, que confirmó durante su admirable vida con mil y mil ejemplos de virtud.¿Deseáis, hermanos míos, una prueba convincente de esta importante verdad? Estudiad conmigo el Evangelio de hoy, en el cual nos da Jesús tres grandes enseñanzas, de las que ni vestigios siquiera encontramos en los más famosos volúmenes de los antiguos filósofos. Se nos presenta Jesucristo en este Evangelio como Maestro de caridad para con el prójimo, como Maestro de religión y Maestro de humildad. Es Maestro de caridad para con el prójimo, porque nos enseña a hacer bien a nuestros enemigos; es Maestro de religión, porque nos enseña a santificar las fiestas con obras piadosas a favor de los enfermos; es, en fin, Maestro de humildad, porque nos enseña a escoger el último puesto. Esto es lo que va a constituir el objeto de nuestras consideraciones. Haga el Señor, hermanos míos, que oigamos las divinas enseñanzas con reverencia y docilidad, y que cuando salgamos de este templo las practiquemos con perfección y constancia.
Domingo Decimoquinto Después de Pentecostés
10-09-2023
Domingo Decimoquinto Después de Pentecostés
La resurrección del hijo único de la Viuda de Naim, figura de la conversión de San Agustín.Hermanos amadísimos. Refiere San Lucas en el Evangelio de hoy, que caminando Jesús en dirección a una pequeña ciudad, llamada Naim, en compañía de sus discípulos y de una gran muchedumbre del pueblo, encontró cerca de la puerta de dicha ciudad un cortejo fúnebre. El único hijo de una viuda, seguido de gran número de vecinos de aquel pueblo, y de su misma madre, anegada en lágrimas, era conducido al sepulcro. Viendo Jesús a aquella afligida mujer, la dijo: «No llores». Acercándose al féretro le tocó, y los que le llevaban se pararon. Entonces dijo Jesús: «Joven, a ti te digo, levántate». Y el que estaba muerto se levantó, se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. En vista de este prodigio todos los presentes se llenaron de temor, quedando maravillados y llenos de respeto, y glorificaron a Dios, diciendo: «Ha aparecido entre nosotros un gran Profeta, y Dios ha visitado a su pueblo».Tal es la narración hecha por San Lucas, en la cual los ascéticos ven una figura de la resurrección espiritual de cualquier pecador, y algunos de ellos ven una imagen de la resurrección espiritual de San Agustín. Supuesto esto, no os desagradará, hermanos míos, que para alimentar útilmente vuestras almas yo os presente en este día un paralelo entre el hijo único de la viuda de Naim, resucitado por Jesucristo, y San Agustín, convertido por la gracia del Cielo. En el hijo muerto de la viuda de Naim se nos representa, en primer lugar, a Agustín muerto a la gracia; en la viuda de Naim, que va detrás del cadáver de su hijo muerto, vemos, en segundo lugar, a Santa Mónica, que va detrás de Agustín muerto a la gracia; en Jesucristo, que toca el féretro y manda al difunto que resucite, podemos imaginarnos, en tercer lugar, a Dios, cuando toca el corazón y vence la obstinación de Agustín; en el joven resucitado, que se sienta y habla, vemos a Agustín, que pasa de una vida culpable a una vida de santidad, y habla en lenguaje celestial; en los que se hallaron presentes y se admiraron al ver la resurrección del joven, y bendecían al Señor, hallamos, por último, a los católicos de todos los tiempos, que, admirados de la conversión de Agustín, glorifican a Dios. Prestadme vuestra benévola atención, que voy a empezar a desarrollar el argumento propuesto.